martes, 10 de noviembre de 2009

miércoles, 19 de agosto de 2009

Crisis económica y Medicina China

Crisis económica y Medicina China
Por Gabriel Gutiérrez
gabriel@pangea.org


Hace ya tiempo que voy viendo cómo el sistema de la Medicina Tradicional China (MTC) de los 5 elementos se adapta estupendamente a la hora de analizar las dinámicas propias de entornos sociales y organizativos. La MTC conlleva un enfoque sistémico en el que la naturaleza y los seres vivos -y los humanos no somos excepción-, evolucionan, formulan y expresan sus emociones y motivos siguiendo el ritmo natural de las estaciones.
La MTC entiende la vida como una gran calendario o mandala orgánico. La estructura de este mandala nos la encontramos en lo mayor –en la naturaleza viva en su conjunto- y en lo menor –en empresas y organizaciones; en nuestro cuerpo y nuestra vida; en la sociedad; etc-. De este modo, la evolución de los asuntos humanos, enmarcados en el paisaje mayor del que forman parte, siguen el ritmo de las estaciones. No evoluciona igual una decisión o un proyecto en primavera que en otoño; no evoluciona igual una relación iniciada en verano que en invierno. Somos sensibles a los momentos, a las estaciones, al día y a la noche. Por otro lado, nuestro cuerpo y nuestra psique funcionan como una empresa; y las empresas en las que participamos también son sensibles al ciclo estacional. Personas y organizaciones evolucionamos dentro de ese paisaje mayor llamado sociedad, la cual, por otro lado, es afectada por un marco todavía mayor que nos engloba a todos y a todas las cosas: desde cómo crece una planta a cómo crece una empresa y las personas que en ella participan.

Según la MTC, el año se divide en 5 estaciones que se corresponden con los 5 elementos y con los 5 sistemas de órganos. Son 5 momentos-fuerza que dan lugar a que en cada elemento del paisaje –países, comunidades, personas, empresas, proyectos- se reproduzca la cualidad de cada momento. Así, pues, cada estación reactiva un elemento, el correspondiente sistema de órganos, las emociones asociadas a cada uno de ellos, los asuntos que esas emociones estimulan y, en las empresas, los departamentos que ejercen funciones equivalentes a las de los órganos en el cuerpo. Si ese órgano, función, asunto o departamento padeciesen de alguna disfunción, ésta se haría más evidente durante la estación que lo reactiva.

Así, pues, y procurando no extenderme demasiado, diré que, según el sistema en el que se ampara la MTC, las cinco estaciones que forman el ciclo anual tienen una duración de unos dos meses y medio cada una. Así, pues, la primavera, que abarca el periodo comprendido entre mediados de marzo y final de mayo, reactiva el sistema hígado-vesícula; el verano, que abarca desde final de mayo hasta mitad de agosto, el sistema corazón-intestino delgado; la llamada quinta estación -entre mediados de agosto y finales de octubre- se relaciona con el sistema bazo-páncreas-estómago; el otoño –entre finales de octubre y principios de enero-, reactiva el sistema pulmón-intestino grueso; y, finalmente, el invierno –desde enero hasta mediado marzo, el sistema renal. Como el cuerpo humano funciona como una empresa -puesto que busca prosperar, economizar, reestablecer, completar y equilibrar-, se podría también decir que una organización –la propia vida personal, la familia, una empresa o la sociedad misma- también lo hace siguiendo ritmos y pautas orgánicas que están activas en la naturaleza.

Haciendo uso de traslaticios y metáforas, podríamos convenir que el sistema hepático se correspondería con la función formativa que podemos localizar en contextos sociales. En el hígado organizativo estarían representadas actividades y profesiones relacionadas con la formación, las escuelas, las universidades, la innovación, la creatividad, el coaching, la psicología, la pedagogía, etc.
El sistema cardíaco se relaciona con las juntas directivas y con la dirección de cada departamento en las empresas y, en general, con el liderazgo, las decisiones, el coraje, el honor, principios, valores y autoestima personal.
El sistema bazo-páncreas-estómago, con la productividad, logística, administración, contabilidad, transporte, provisiones, compras y ventas, economía y sistema financiero en general.
El sistema pulmonar, con el marketing, publicidad, argumentos; con la imagen con que se nos ve, con las relaciones externas, con nuestro lugar en el mercado y en la mente de las personas: con la imagen corporativa.
El sistema renal –regulador del sistema óseo y cuyo meridiano incluye el oído- guarda relación con la historia, el pasado, las estructuras que permanecen; con la experiencia acumulada, con la cultura de la empresa y, también, con las relaciones internas en el seno de la organización (o de la familia), auditorías, selección de personal, transmisiones y herencias.

Pero lo interesante viene ahora. Resulta que los dos episodios más recientes relacionados con lo que se está conviniendo en llamar “crisis económica” han tenido lugar durante la quinta estación, la que reactiva el bazo-páncreas colectivo: el sistema financiero global. A partir de mitad de agosto y hasta finales de octubre transitaremos otra vez por ella. Prestemos atención a lo que pueda suceder. Si durante el tiempo que ha mediado desde el año pasado a éste, se han aplicado las rectificaciones acertadas podría ser que no ocurriera nada. Sería una buena señal que así fuese. Sin embargo, si la terapia aplicada es infructuosa, volveremos a tener otro episodio similar al tenido en las últimas quintas estaciones.

Y ahora, aprovechando que han llegado hasta aquí, les notifico que tengo listo (a falta de algunos pequeños retoques) un libro que acabo de escribir sobre el tema que he expuesto en este artículo, suponiendo que encuentre un editor valiente y con la parabólica mental lo suficientemente abierta. Por cierto, ¿no sabrán de un editor que quiera apostar por un libro así?

viernes, 17 de julio de 2009

Escuela de Reinvención y Cambio

Escuela de Reinvención y Cambio

martes, 7 de abril de 2009

Empresas que Sanan

Aplicabilidad de la teoría de los 5 elementos en la empresa

Vivimos vinculados a una o más empresas. Incluso, aunque no nos lo parezca, nuestra vida personal también lo es. Sin embargo, la primera y más inmediata la forman los órganos de nuestro cuerpo. Cualquier aspecto de lo humano -desde lo corporal a lo social pasando por lo organizacional- va en busca de la estabilidad, bienestar, equilibrio, superación y progreso. Partiendo de este hecho, podríamos llegar a captar que la dinámica de la fisiología corporal es extrapolable a entornos de empresa. Incluso la familia, otra empresa, cuyo orden puede ser percibida a la luz de esta óptica. Precisamente, para captar las funciones y principios fundamentales que se van repitiendo en ámbitos tan diferentes, acudo a la percepción privilegiada en la que se sustenta la Medicina China. Su filosofía de los 5 elementos también puede ser aplicada en entornos sociales. Por otro lado, resulta curioso comprobar cómo en el mundo del management existe un consenso en cuanto a la percepción de la dinámica de las empresas en base a 5 funciones fundamentales, las cuales nos las vamos encontrando con nombres, apariencias y estilos que varían según la cultura de cada organización.

La filosofía de los 5 elementos supone entender que tanto el cuerpo humano como las organizaciones –y el paisaje en el que están insertos y se desenvuelven-, evolucionan siguiendo pautas marcadas por el ciclo anual de las estaciones. Cada estación –hay 5 según este sistema- pone en evidencia una función, un principio, una misión, una emoción, un conjunto de rasgos del carácter, un tipo de acontecimientos y un rasgo definitorio en el paisaje en el que están contenidos tanto lo biológico como lo social. Así, pues, nos encontramos con que la vida del cuerpo (lo fisiológico y lo emocional) y de las empresas (lo sociológico) danzan bajo la influencia de un ritmo común. El mismo calendario que organiza la vida exterior también lo hace con la interior. Cada estación ayuda a poner de relieve una sintomatología que ayuda a captar el estado de funcionamiento de un sistema de órganos (en el cuerpo) y de departamentos (en la empresa). El clima y el momento energético otorga una característica al paisaje que influye en el contenido y tono emocional con que se viven los acontecimientos. Un mismo hecho acaecido en primavera o en otoño va a ser experimentado de forma distinta; y sus consecuencias, por supuesto, también tendrán un deriva igualmente distinta. A un mismo síntoma que tuviera lugar en estaciones diferentes, se le daría un diagnóstico y un tratamiento diferentes. Eso mismo sucedería en la empresa, en donde el biorritmo corporal (colectivo) también tiene su correlato.

Funciones - Organos - Departamentos

A continuación propongo algunas pistas con las que poder asociar cada elemento a una función. Cada una de ellas, portadora de un principio fundamental, es administrada en el cuerpo humano por un sistema de órganos y, en la empresa, por unas actividades y departamentos que las ejecutan.

Elemento Madera
Primavera (desde mediado marzo hasta final de mayo)
Sistema Hepático y Vesícula. Departamento de formación.
Ideas. Innovación. Creatividad. Emprendizaje.

Elemento Fuego
Verano (desde final de mayo hasta mediado agosto)
Sistema Cardiaco e Intestino delgado. Junta directiva y secretaría de dirección
Liderazgo. Irradiación. Decisiones, Acuerdos.

Elemento Tierra
Canícula y Verano Tardío (desde mediado agosto hasta final de octubre)
Bazo-Páncreas y Sistema Digestivo. Sistema financiero, contable y administrativo.
Logística. Transporte. Productividad. Proveedores.

Elemento Metal
Otoño (desde final de octubre hasta final de diciembre)
Sistema Pulmonar e Intestino grueso.
Argumentos. Marketing. Publicidad y medios de comunicación. Clientes.

Elemento Agua
Invierno (desde final de diciembre hasta mediado marzo)
Sistema Renal.
Selección de personal. Auditorías. Eliminación. Transmisiones y herencias.

Para una mayor información, visitad Cartografías Orgánicas

viernes, 16 de enero de 2009

Empresas que Sanan (capítulo II)

Esta entrada contiene el capítulo II de Empresas que Sanan. Es posible acceder a una muestra más amplia a través del enlace que figura al final.

II
- La empresa como camino

Somos un organismo vivo

En la escuela nos dijeron que nuestro cuerpo es un organismo vivo. Sin embargo, la idea que hasta ahora teníamos de “organismo vivo” está pasando por una transformación. Los avances auspiciados por los enfoques sistémicos y por las ciencias de la complejidad –relatados en el punto 5 de la introducción- nos llevan a ampliar este concepto hasta abarcar la vida entera de una persona, y no sólo, como hasta ahora, circunscribiendo su ámbito al cuerpo físico. Nuestra vida personal es una empresa compuesta por departamentos cuyas funciones interactúan entre sí. El cuerpo es uno de los departamentos de ese todo que es nuestra vida, pero no el único. Las funciones de los demás están ejercidas por nuestras relaciones, trabajo, carrera, familia, biografía, expectativas, desarrollo futuro, excelencias, defectos, carencias, conocimientos y ubicación en la sociedad. Todo ello se mueve y evoluciona de la misma manera que nuestro cuerpo. Incluso las características de las personas con las que nos relacionamos pueden resultarnos estimulantes o deprimentes y, con ello, interferir positiva o negativamente sobre la empresa que nuestra vida es. Incluso una situación social de la cual esté emergiendo un valor que hasta hacía poco era poco relevante, puede, de igual modo, interferir en nuestro desarrollo, ya sea porque ayuda o porque impide. Así, pues, todo lo que compone nuestra vida forma una trama orgánica. Al igual que nuestro cuerpo, que funciona con criterios económicos y empresariales, nuestro cosmos de afectos y relaciones externas también lo hace, y lo hace orgánicamente. Visto así, por ejemplo, una relación de pareja, otro organismo vivo, funciona como una empresa. Alberga un departamento de formación en donde los componentes de esa empresa llamada pareja aprenden el uno del otro y, como consecuencia, adquieren nuevos conocimientos de sí mismos y enriquecen sus enlaces; tiene un departamento de marketing desde donde se generan vínculos y relaciones con el mundo exterior y, con ello, proyectan una imagen corporativa tanto hacia fuera como hacia dentro; un departamento de recursos humanos cuya función es auditar el funcionamiento y productividad de la relación; también tiene un departamento de administración cuya función es velar por los aspectos que forman el engranaje de la vida cotidiana; incluso tienen una junta directiva, ellos mismos, desde la cual toman decisiones al más alto nivel; etc. Si lo vemos así, una relación, al igual que las personas y las organizaciones, también puede enfermar, de la misma manera que todas y todos nacemos, nos desarrollamos y nos extinguimos o nos transformamos.

Inteligencia social y fenómenos sincrónicos

Una relación, al igual que una empresa, y como organismo vivo que es, es homeostática –se autorregula- trascendiendo muchas veces las voluntades y deseos concretos individuales, y es autopoiética – el cuidado de los vínculos que la articulan dan lugar a algo que es más que la suma de voluntades e intereses-. Incluso las relaciones que se establecen azarosamente, también parecen tener una causalidad oculta, como si las personas se atrajesen a través de la activación de un registro inconsciente que actúa más allá de la simpatía, el atractivo mutuo o de las motivaciones concretas reconocibles en primera instancia. Esto mismo lo podemos comprobar cuando un grupo de personas que no se conocían -por ejemplo, en una convención- coinciden en el almuerzo sentadas alrededor de una mesa y vemos cómo, sin ellas pretenderlo, acaban formando figuras geométricas en base a ciertas coincidencias. Una percepción superficial nos ayudaría a captar agrupaciones y figuras hechas entre los comensales en función de su género sexual o color de su ropa. Pero a poco que preguntemos acerca de intereses, expectativas, gustos coincidentes o fechas de nacimiento y otros elementos biográficos, vemos que los componentes de esa mesa se han autoorganizado sin ellos saber hasta qué punto. Podríamos decir que los miembros de esa mesa constituyen una empresa cuya finalidad inicial era almorzar, para luego pasar a ir descubriendo que son parte de un tejido que los ha ido ordenando en función de necesidades y coincidencias ocultas. Si eso pasa en una situación azarosa, como la de este ejemplo, qué no pasará en una empresa en donde las personas confluyen y se relacionan a través de motivos que van más allá de las funciones por las que han sido contratados.
Este fenómeno, denominado sincronicidad, es la clave de la salud. Sincronicidad es equivalente a apertura, orden, armonía y, por qué no, economía. Si las funciones que conforman la fisiología de nuestro cuerpo tuvieran un funcionamiento asincrónico, nuestra salud se vería perturbada en mayor o menor grado. El número de fenómenos sincrónicos es un indicador de que estamos alineados con nuestros objetivos profundos y que nuestros departamentos y órganos están funcionales. Una disfuncionalidad puede suponer una disminución del nivel de sincronicidad, que es como decir que hay impedimentos para fluir y prosperar, con el consiguiente encarecimiento del proceso.
Está claro que el principio de sincronicidad es observable en todos los ámbitos de la vida. Captarlo supone tener abierta nuestra antena mental a un mayor campo de posibilidades. La sincronicidad es la naturaleza misma que, al igual que nuestro cuerpo, busca la economía en todos sus actos. Tan sólo nuestras resistencias, atavismos y credos, impiden la percepción cotidiana de este milagro. Captar la sincronicidad equivale a generar oportunidades.

Nuestro cuerpo es una empresa

Así, pues, el cuerpo humano, nuestra vida –incluyendo en ella trabajo, familia, relaciones, salud e intereses- y la dinámica y estructura de una empresa presentan similitudes sorprendentes. Nuestro cuerpo y nuestra vida son, de hecho, una empresa que persigue la prosperidad y la excelencia. Una organización es un ser vivo, y un ser vivo es una empresa. Así que podemos decir que los departamentos de una empresa interactúan de forma análoga a cómo lo hacen nuestros órganos. De este modo, una organización, puesto que tiene soma y psique, también puede ser percibida y comprendida como si de una persona se tratara. Así, mediante esta equiparación, observamos que tanto en las empresas como en las personas subyacen estructuras de carácter que se intercomunican y se influyen entre ellas a través de un “WiFi neuronal”.

La base de este trabajo se inspira principalmente en la visión que la Medicina Tradicional China (MTC) tiene de la vida. La filosofía que inspira la MTC nos ofrece un panorama integrado según el cual nuestra peculiar forma de ser, sentir, pensar, trabajar y relacionarnos, junto con nuestra salud, forman parte de una unidad que mantiene a la totalidad de sus partes interconectadas y en resonancia mutua. Una vez percibida la estructura de estas conexiones -para lo cual nos resulta de inestimable ayuda la MTC-, podremos captar el funcionamiento de las organizaciones en las que participamos de una forma más profunda, fructífera y provechosa. Rica en metáforas que ponen en evidencia la interrelación entre los procesos que acontecen en nuestro cuerpo y aquellos que acontecen en la naturaleza, la MTC nos ayuda a entender que la conexión entre nosotros y las organizaciones constituye una realidad psíquica y emocional de gran impacto. Un cambio en positivo sobre la percepción que tengamos de nosotros mismos generará una resonancia favorable para la transformación de las plataformas sociales de las cuales formamos parte (familia, empresas, organizaciones, redes). En la medida en que los vínculos que mantenemos con ellas son equivalentes a las funciones que los meridianos de acupuntura hacen en la distribución de información entre órganos, los individuos tenemos el potencial de conducir nuestras actitudes con la finalidad de favorecer la fluidez de los procesos, tal como lo haría un acupuntor con las agujas.

Igualmente cabe mencionar el papel de los recientes hallazgos, surgidos de muy diversas ramas del conocimiento, que corroboran tales principios. Así, por ejemplo, aportaciones procedentes de ámbitos tan diversos como pensamiento sistémico, antropología, sociología, física, astrofísica, biología, economía, psicología o neurociencias, anuncian un nuevo paradigma que ya empieza a dejarse ver en el ámbito organizativo. La aplicación de estos conocimientos nos va a reportar una visión original y profunda acerca de cómo utilizamos nuestras capacidades, cómo nos relacionamos, cómo funcionan las organizaciones, cómo funcionamos nosotros en ellas, cómo ellas funcionan en nosotros, y cómo organizaciones y personas nos atraemos –o nos repelemos- mutuamente.

El propósito planteado en esta obra es dar a conocer el funcionamiento de las organizaciones en las que participamos desde una perspectiva orgánica y sistémica, tomando como principal referencia las funciones de los órganos en nuestro cuerpo y sus interacciones. Comprendiendo las funciones estratégicas de los órganos podremos llegar a implementar soluciones de calidad en las dinámicas de empresa de forma minimalista y poco invasiva.

La homeostasis organizativa: Empresas emocionalmente inteligentes

La MTC concibe cada órgano del cuerpo humano no sólo como administrador de determinadas funciones fisiológicas, sino también como transmisor y emisor de una manera de pensar, experimentar, sentir y comportarse. Si, como hemos señalado, los departamentos de una empresa ejercen funciones semejantes a las de los órganos en nuestro cuerpo, podemos concluir que unos y otros pueden estar generando una resonancia. De este modo constatamos que, al igual que nuestro cuerpo, una empresa es un Todo que se autorregula natural e inteligentemente. Captar la inteligencia del cuerpo –a través de las emociones que de él emanan- nos ayudará a desarrollar una mejor percepción del funcionamiento de las organizaciones y una mayor conciencia de nuestra participación en las dinámicas sociales en las que irremediablemente estamos envueltos.

La naturaleza y la fuerza del momento

Solemos decir que el Coaching, por poner un ejemplo de enfoque en consultoría sistémica, es el procedimiento que nos ayuda a mejorar una situación en la que estemos concernidos a través del refuerzo de comportamientos saludables y recursos internos que hagan fácil y posible dicha mejora. De modo que en un proceso de Coaching, nos encontramos con dos factores: la monitorización y aliento ofrecido por el consultor, y el interés por mejorar por parte del cliente. Sin embargo, y según el enfoque que propongo, quisiera introducir un factor extra: el tiempo. No me refiero al tiempo que puede pasar entre que se es consciente de la necesidad de un cambio y su plasmación palpable, sino, más bien, al de la fuerza del momento. Así, pues, ahora tenemos tres pilares que pueden enriquecer el proceso de Coaching: voluntad de mejora (coachee), acompañamiento (coach) y saber captar el designio de cada momento.

Un aforismo chino viene a decir que la unión de la fuerza de la voluntad y la búsqueda consciente de un momento propicio para plasmar los contenidos de la voluntad hacen milagros. Saber subordinar la necesidad y la voluntad de hacer a un momento propicio es cuestión de disciplina y observación de las cosas más allá de la urgencia personal que pueda haber para solucionar un problema o lograr una meta. Eso es tanto como decir que el éxito de una gestión viene determinada no sólo por la voluntad sino también por la fuerza del momento.

La MTC sostiene que una acción terapéutica puede no dar el resultado esperado si no se tiene en cuenta el momento de su aplicación. De alguna manera, viene a señalar que el momento elegido para resolver algo puede actuar a favor o en contra de esa resolución, independientemente de la buena voluntad y de la buena intención que tengamos si actuamos sin congraciarnos con la energía del momento.

Si trasladamos todas estas premisas al mundo empresarial, nos encontraremos con las mismas dinámicas. Un bloqueo en un departamento genera consecuencias en otros que valdría la pena tener en cuenta.
Un caos financiero, pongamos por caso, podría equipararse a una afección del bazo-páncreas (elemento Tierra – sistema digestivo) de la empresa. Si hiciéramos caso de la literalidad del síntoma, parecería que deberíamos actuar sobre el departamento que ordena las finanzas, los presupuestos y la contabilidad. Sin embargo, según la MTC, el bazo-páncreas es el sistema “hijo” del corazón, lo cual nos lleva a pensar que un problema relacionado con el bazo-páncreas es una consecuencia de una particularidad del funcionamiento del corazón organizativo que acaso puede ser patológica. El corazón, en una empresa, está representado por la dirección y, en términos generales, por el liderazgo.
Pero voy a dejar este asunto para la parte III y me voy a ceñir al tema inicialmente señalado, el relativo a la importancia de elegir el momento. Independientemente de la gravedad de un asunto, y de la urgencia con que se valore actuar sobre él, es posible que una elección poco ponderada acerca del momento para hacerlo puede generar efectos adversos; o que para aplicar una solución específica sobre un departamento acabemos perjudicando a otros. En cambio, si ante las mismas adversidades aplicamos la misma solución, pero en el momento adecuado, podemos producir un buen resultado sin perjudicar al sistema ¡y con menos esfuerzo!

En la vida de las personas sucede lo mismo. Por ejemplo: el elemento de la MTC que se relaciona con el marketing es el Metal. Este elemento está vinculado al otoño, a determinadas horas del día y a determinados años. Hay “horas Metal”, hay “años Metal” y hay “personalidad, actitudes y actividades Metal”, que es como decir que hay momentos más fructíferos que otros para asuntos relativos al marketing. En la esfera individual, el marketing puede estar representado por el conjunto de argumentos que utilizamos para defender una idea, redactar una carta de presentación que acompañe a un currículum o seducir a una persona que nos agrada. Sin embargo, por más claros que sean esos argumentos es posible comprobar cómo su resonancia externa o su traducción en forma de logro varía según el momento escogido para su exteriorización.

Otro ejemplo. El elemento Madera, asociado a la primavera, es el que rige el hígado y los órganos de la vista. En una empresa, su hígado metafórico tendría una representación en forma de management, formación e, incluso, en un proceso de Coaching. La primavera representa el nacimiento y eclosión de un ciclo que podemos constatar en la naturaleza, en las personas y en las empresas. En el nacimiento recibimos ayuda de nuestra madre y del personal médico. Si lo miramos desde la perspectiva que la metáfora nos proporciona, un proceso de Coaching es equivalente a la acción externa que procura un buen parto: un/a coach es un/a comadrón/a.

Ayudas organizativas inspiradas en la naturaleza

En cualquier modalidad de consultoría y acompañamiento empresarial y personal, la naturaleza puede ser una aliada muy poderosa, tanto como la acción del consultor (coach) y la fuerza de voluntad del cliente (coachee). Se le podría llamar Coaching Natural, una forma de estar en la vida en la que todo puede ser percibido como ayuda potencial en función de la receptividad que uno sea capaz de cultivar. Incluso una contrariedad puede ser convertida en ayuda. El Coaching Natural supone activar la capacidad que todos tenemos para hacernos amigos del ritmo natural de las cosas. Hay momentos que invitan a la introspección y a la cesión de actividad intervencionista en pro de una visión interiorizada del asunto que nos preocupe. Y es en estos momentos en donde es posible percibir ese asunto de otra manera sin tener que estar pensando en intervenir sobre él. Pretender seguir actuando en etapas de repliegue de la misma manera que lo haríamos en los momentos que invitan a la actividad externa puede ser contraproducente.

Por ejemplo, el invierno, etapa propicia para interiorizar, pulir comportamientos, atar cabos y observar desapasionadamente y por igual lo errado, lo conseguido y lo que quisiéramos conseguir. El invierno es momento adecuado para el análisis equilibrado y desapasionado. Pretender actuar o implementar soluciones en los meses de frío como lo haríamos en los meses más cálidos puede generar una distorsión que puede afectar negativamente a nuestro presente y a nuestro futuro en la medida en que viviríamos desacompasados y confusos.
El invierno está regido por el elemento Agua que, a su vez, está vinculado al riñón. Y éste está relacionado con la capacidad para establecer relaciones y vínculos sólidos, no obstante es un órgano doble. Para la MTC, el riñón es el formador de los huesos y, en la vida de personas y empresas, de las estructuras. El riñón es el facultador de las relaciones duraderas, las que con el paso del tiempo se convierten en un regalo más preciado de lo que eran en un principio.

Principios de la MTC aplicables en organizaciones y empresas

En la empresa puede haber conflicto entre departamentos de igual manera que en nuestro cuerpo: una indigestión (un caos administrativo) puede derivar en una dificultad para respirar (perturbando una campaña de marketing) o interferir en el ritmo cardíaco (debilitando el liderazgo organizativo). El caso es que con los avances con que la Física Cuántica y las Neurociencias nos sorprenden cada día, podemos llegar a empezar a entender que la empresa, al igual que Gaia, es un organismo que se autorregula y que, incluso, transfiere, absorbe y emite información en su interacción con las personas. Se podría decir que la empresa y las personas somos criaturas que nos desarrollamos en el bosque social. Todos estamos en medio de procesos en los que polinizamos y somos polinizados.
Si una empresa funciona como un cuerpo, entonces las personas que en ella trabajan son las células de la organización y pueden estar registrando las alteraciones del sistema de forma más o menos intensa en función de las resonancias entre las estructuras comunes de carácter. Siendo así, entonces las personas pueden ser tomadas como punto de un meridiano de acupuntura de la empresa –que también los tiene- o como recurso homeopático. Un pequeño cambio de actitud generado en la persona y activado en el momento adecuado puede provocar un efecto que regenere y desatasque a toda una organización. En cambio, el mismo acto acometido en un momento poco adecuado o sobre una persona que no corresponde, puede provocar que el atasco vaya a más. Así funciona la MTC, así funciona nuestro cuerpo y así funciona una organización.
La filosofía en la que se apoyan tanto la MTC como la Homeopatía consiste en percibir un problema o un síntoma como parte de un todo que se regula naturalmente. La empresa no es una excepción y en ella podemos implementar soluciones aisladas –antisistémicas- o soluciones respetuosas con la totalidad del engranaje –sistémicas-. A través de estas últimas, aplicando los principios de la MTC, podemos conseguir mejoras estructurales de una forma minimalista, siguiendo el camino que la propia naturaleza del problema nos va indicando. La filosofía que subyace aquí nos dice que la solución pasa por hacerse amigo de aquello que nos incordia o nos preocupa, entender el lenguaje con que un problema se nos presenta o, dicho con la terminología de la PNL, entrar en “rapport” con la situación para conseguir entender en qué, cuándo y cómo debemos actuar. Llegar a la excelencia en la capacidad para percibir situaciones difíciles es la clave. Sólo desde un cambio de percepción es posible desarrollar poder desde el centro de uno mismo. Combatir un problema como si se tratara de algo que hay que extirpar a toda costa podría provocar una inflamación del sistema y el consiguiente acrecentamiento o cronificación del asunto que queremos tratar. Se suele decir que matar una mosca con un martillo no sólo no es económico sino perjudicial, y no sólo para la mosca.
Todo lo anterior podría aplicarse a las excelencias, excepcionales capacidades empresariales que pueden entrar en resonancia con las capacidades excepcionales de determinados individuos. Si una empresa tiene contenido en su perfil un rasgo de excelencia pero no ha encontrado a la persona con cuyo perfil entre en resonancia, hará que esa excelencia potencial se mantenga en estado de latencia mientras no seleccione a quien deba encarnarla. Por la misma razón, un individuo cuyo talento no tenga un reflejo que pueda entrar en resonancia con el perfil de la organización, no se podrá desarrollar como podría hacerlo en una empresa en la que sus perfiles fueran resonantes. La única vía para averiguar en qué se asemejan, en qué difieren y cómo se relacionan y entran en resonancia los perfiles de candidatos y empresas, es un análisis a través del cual tanto candidatos como empresas puedan ser percibidos como entidades semejantes. Del mismo modo que se puede cartografiar la psique y el cuerpo de una persona, también es posible hacerlo con una empresa y así establecer la calidad y compatibilidad entre los perfiles respectivos.

La vida de una persona es una empresa

A modo de recapitulación, podemos decir, por tanto, que de todos los enfoques sistémicos, el que sustenta la MTC es el que más y mejor puede ayudar a entender las dinámicas de grupos, personas, empresas y organizaciones. Gracias a él nos resulta más fácil entender que la vida de una persona es una empresa, que los órganos del cuerpo funcionan de manera análoga a como lo hacen los departamentos de una organización, puesto que en ambos casos su afán gira en torno a la prosperidad, el bienestar y la protección y transmisión del legado.
Por otro lado, las personas somos células, tanto en la familia como en las organizaciones. La filosofía en la que se asienta la MTC da a entender que tanto el cuerpo humano como el cuerpo social (una empresa, por ejemplo) están regulados por un ritmo. Entiende que hay un ciclo diurno, otro anual, otro que se completa cada 12 años, otro que lo hace al cabo de 60, etcétera… y que desarrollar la comprensión de esta cadencia es la clave para reforzar la salud y apuntalar la prosperidad.
También nos resultará de interés tomar nota que la MTC considera la enfermedad y sus síntomas no como algo que hay que acallar o suprimir, sino como un amigo potencial al que usualmente nos resistimos a entender o a reconocer.

La filosofía sistémica que subyace en la MTC nos puede aportar grandes soluciones a través de intervenciones minimalistas, tal y como se sugiere en la tercera parte de este libro. En la segunda parte, la que se inicia a continuación, establecemos puentes metafóricos que enlazan las funciones que desarrollan los órganos en nuestro cuerpo con las que en una empresa desarrollan sus departamentos.

Es posible acceder a una muestra más amplia de Empresas que Sanan a través del siguiente enlace:
Empresas que Sanan-muestra libro

lunes, 5 de enero de 2009

Una entrevista interesante

La Contra

viernes, 2 de enero de 2009

El Arte de la Metáfora

Presentación de un nuevo blog dedicado a la metáfora

En paralelo a las definiciones canónicas, la metáfora es un recurso lingüístico que nos puede servir para capturar las estructuras de percepción que solemos utilizar para explicarnos las cosas (o para que otros nos las expliquen). Pueden ser utilizadas para la ampliación del pensamiento y de la comprensión. A menudo encontramos metáforas en analogías, paradojas, paralelismos o traslaticios. Así, pues, su uso deliberado abre una puerta a la comprensión instantánea, a la par que fortalece nuestro criterio y nuestra creatividad y soberanía intelectual. Ser conscientes de ello puede llevarnos a ampliar nuestra capacidad de percibir cómo interactuamos con las cosas y cómo ellas interactúan entre si. La metáfora permite interpretar un símbolo y percibir su existencia mezclada entre lo cotidiano. Al mismo tiempo, también permite tomar una realidad concreta y convertirla en símbolo de algo más.
La metáfora es tanto un anclaje (positivo, si se actualiza; o negativo, si se queda obsoleta), como un modo de establecer rapport con las realidades a las que alude. Así, pues, establecemos un buen rapport a través de metáforas orientadas a abrir posibilidades; o bien, generamos un rapport negativo, cuando la metáfora que utilizamos nos perjudica y nos ancla en creencias limitadoras.

Captar metáforas o, más aún, elaborarlas, nos hace más soberanos de nuestra capacidad pensante. Los grandes enemigos de esta posibilidad son la rutina, la comodidad y los automatismos. De esta forma, las metáforas que, por ejemplo, utilizan los medios de comunicación para difundir sus ideas, acaban ocupando en nuestra mente el espacio que debería estar ocupado en desarrollar nuestro pensamiento soberano. Una metáfora tanto puede ser un medio para hipnotizar (y ser hipnotizados) como para crear mantras que nos fortalezcan. En cualquier caso, una metáfora puede ser un buen calzador para un argumento.

Similitud entre construir metáforas y hacer fotos

Ser consciente o no de vivir en medio de metáforas –las que nos inculcan o las que podamos crear- es comparable a percibir tu propia calle con la actitud habitual o con la de un fotógrafo. Salir con la cámara con la intención de fotografiar las calles del propio barrio, permite percibir unos detalles que sin esta intención pasarían desapercibidos y obviados por la rutina.
Así, pues, detectar y descifrar metáforas ajenas y, más aún, elaborar las propias, es un buen ejercicio para convertir lo habitual en inhabitual, lo conocido en sorpresa.

Participa en el BLOG

Una vez entres en El Arte de la Metáfora, puedes participar como seguidor (clicando en “seguir este blog”, en la columna de la derecha), como suscriptor (clicando en “entradas”, en la columna de la derecha, más abajo), o como escritor, editor y copropietario del blog (si todavía no te ha llegado la invitación, escríbeme un mensaje a gabriel@pangea.org). Yo te animo a que escribas tus hallazgos y los compartas en El Arte de la Metáfora. Si la cosa funciona, incluso podríamos crear algún premio a la mejor intervención o plantear la publicación de todas las que son de cosecha propia a una editorial. Sea lo que sea, lo importante es sacar brillo al ingenio.

Si te apetece escribir y publicar metáforas, aforismos o paradojas en este blog –o aportar frases o aforismos de autores que estés leyendo, o generadas en conversaciones que hayas tenido-, puedes convertirte en coautor y así podrás tú mismo insertar y publicar tus entradas. Si optas a ser coautor, te enviaré una invitación a través de blogger para que tú mismo puedas entrar y gestionar los contenidos que aportes. Así todos seremos copropietarios.
Las normas son muy elementales:
-Lo ideal es insertar una metáfora por entrada.
-Deberán ser breves, por ejemplo, como las que ya están publicadas
-En el caso de querer publicar contenidos más extensos, se recomienda publicar una entrada breve que remita a un enlace que contenga la totalidad de tu escrito (como en uno de los ejemplos).
-Como en las entradas ya publicadas, el título será orientador del contenido. Dicho contenido será redactado en letra negrita, mientras que la firma estará en letra normal.
-Las metáforas de cosecha propia se firmarán con el nombre del autor, al que se añadirá “de cosecha propia” (como en uno de los ejemplos)

Ir a El Arte de la Metáfora

martes, 28 de octubre de 2008

Cartografías Orgánicas






Una buena parte del sistema Hidden Profile se sustenta en la posibilidad de hacer una Cartografía del funcionamiento de un organismo, incluyendo en este concepto tanto a individuos como a empresas. Hidden Profile se inspira en un enfoque organicista muy en la línea de las ciencias de la complejidad y con el nuevo paradigma emergente.
Para tener una idea puedes clicar en este enlace:
Cartografías Orgánicas

Sobre procesos de Coaching relacionados con Cartografías Orgánicas:
Hidden Profile

Empresas que Sanan

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Libro Empresas que Sanan Muestra

viernes, 1 de agosto de 2008

El Oro y la narrativa

El Oro y las narraciones

"Si un hombre cualquiera, incluso vulgar, supiera narrar su propia vida, escribiría una de las más grandes novelas que jamás se haya escrito."
Giovanni Papini


Vivimos rodeados de narraciones. Son narraciones lo que nos cuentan los medios de comunicación, los rumores, las explicaciones que damos de nosotros mismos, los diálogos internos, lo que somos capaces de leer en los libros que leemos, lo que decimos y no decimos en los libros que escribimos. Las descripciones que hacemos de nuestros padres y de nuestras relaciones también lo son. Cuando explicamos nuestros sentimientos estamos construyendo una narración. Vivimos rodeados de ellas, agarrados a ellas como el que en medio del mar se agarrara a un trozo de madera para evitar ahogarse. La tabla sería para el náufrago su posibilidad de narrar, de navegar, de dar sentido a su situación. Narrar es redimir, salvar, dignificar, ajustar. Narrar puede ser, también, acusar, una queja, un agradecimiento, una sonrisa.
Las narraciones que nos vienen dadas desde fuera como, por ejemplo, las referidas a la situación económica o política en el mundo, se solapan con las nuestras e, incluso, las secuestran. Como si fueran placas tectónicas, las narrativas externas e internas colisionan, se mezclan entre ellas, se reflejan, se eclipsan o se fertilizan entre si.

Hay narrativas que chocan. Hay narraciones de una misma narrativa que chocan entre ellas, que se fagocitan o se rechazan entre sí, que se contradicen como familias mal avenidas, como padres que no comprenden a sus hijos, como hijos que desprecian a sus padres, como hermanos que no se entienden, como elementos de la propia personalidad que se repelen entre si, que boicotean la narrativa íntima o que reniegan del narrador. También hay narraciones de narrativas antagónicas que se llevan bien entre ellas.

Narrar es cambiar. Al narrar facetas y acontecimientos que nos afectan, creamos la posibilidad de cambiar algo de ellos. Narrar es predisponerse al cambio.

Narrar no es decir. Decir es la parte de la narración con que queremos justificarnos ante los demás. Una narración es más que lo que decimos y pensamos conscientemente. Con lo decible pretendemos acercarnos a los demás o separarnos de ellos. En cualquier caso, si lo que se dice tiene el tamaño que tiene la narración, entonces estamos en la vía de la transformación, del descubrimiento.

Hay cosas que no pueden cambiar. Son inenarrables. Sin embargo, a la que puedan ser narradas damos pie a que puedan cambiar. Narrar equivale a abrir una puerta para que algo pueda salir y/o entrar.

Narrar es un proceso creativo que nos ayuda a enlazar unas cosas con otras. Una vez mezcladas esas cosas en una nueva narración, los acontecimientos a que hacían referencia también cambian.

Es interesante narrar el pasado en tiempo presente y notar cómo podemos describir una misma situación de manera diferente en cada momento. El presente influye sobre el pasado.

Las narraciones, como el estaño o el mercurio de los alquimistas, no son un fin en sí mismas. Sólo son un medio, una estación en el camino o un escudo que se usa entretanto uno no es capaz de captar y vivir plenamente el Oro interior. Cualquier narración que se utilizara como si fuera un objetivo o una verdad definitiva impediría esta captación. Nos volvería paranoicos.

Si la paranoia es la corrupción del yo real, al cual se suplanta con una ideología que lo predefine a uno y al sistema en el que participa, la narración –todas las narraciones- es una pequeña y efímera paranoia que nos mantiene ocupados entretanto no alcanzamos el Oro alquímico. La corruptibilidad y oxidabilidad de los metales alquímicos encuentra su excepción en el Oro. El Oro es el silencio, la luz, el Sol, el océano, lo que uno es más allá de su voluntad. Es la conciencia pura antes de la formación del yo. La narración es una nube que filtra o impide la llegada de su radiante y cegadora luz. Para nosotros, un dia nublado es un día sin Sol. Sin embargo, él sigue irradiando más allá de toda narración que hagamos de un día nublado.

La narrativa sería, pues, el conjunto de todas las narraciones que modelan nuestra actitud, comportamientos, reacciones y emociones. Una narración es una forma de mirar, un meme que genera una influencia que nos afecta. La narrativa formada por todas las narraciones que articulan nuestro modo de vida es como un sistema de partes entrelazadas. Una narración es un quantum vivo que, cuando cambia, influye sobre las demás. Eso lo saben muy bien quienes controlan los medios de comunicación, que de continuo están generando narraciones encaminadas a modelar, eclipsar y dirigir las nuestras. El paranoico que en potencia cada uno puede ser se sirve de las narraciones ideológicas –a menudo quejas disfrazadas de conciencia social- para ocultar el fracaso de no haber sabido construir una narración genuina y fidedigna de si mismo. La paranoia es la corrupción del pensamiento acerca de uno mismo. Un Narciso frustrado en día nublado.

Si la narrativa de uno es su personalidad y ésta, a su vez, es una máscara, entonces ¿son mis narraciones, las facetas de mi personalidad, máscaras? Y si eso es así, máscaras, ¿quién soy yo realmente sino Oro? El Oro interior que en cuanto se narra queda enmascarado, se corrompe. La tentación de individualizar el Oro narrándolo, apropiándoselo, es corromperlo, . Es por ello que el Oro que uno es se resiste a que se le pongan palabras que lo narren. Narrar sería nublar el cielo azul. Uno no es su Oro. Es uno el que es del Oro. El Oro lo somos todos. Narrar el Oro como si uno fuese él sería como traicionar la vida. Hablar de Dios, invocarlo, hacer de Él una religión, es volverlo corruptible en nuestras manos. Toda narración es potencialmente corrupta si se espera de ella una verdad. De la misma manera que el náufrago hará bien en no confundir la madera a la que se agarra con el puerto al que quiere llegar.

Se puede narrar una técnica pictórica, un procedimiento, pero pretender narrar la belleza es corromperla. Por eso pintamos, no para mostrar la belleza, sino para poderla vivir. Pero, ¿cuándo la belleza? ¿al acabar de pintar el cuadro? ¿mientras lo pinto? ¿antes de pintarlo?
Como un pintor ante el lienzo vacío, ambos están en la cima de su nobleza. Es el cuadro sin pintar el verdadero Oro del pintor. Sólo cuando ya ha pintado es que el cuadro deviene en narración y, por tanto, se torna corruptible si él se identificara en la obra hecha.
Del mismo modo que un lienzo sin pintar es el Oro sin narrar. Es la mirada del pintor sobre el lienzo la que es silencio y esencia puesto que están todavía en el interior de uno. Es cuando se pinta que la esencia se convierte en narración. Igual sucede con el bebé mientras se gesta en el vientre de la madre y ésta no ha hecho ninguna proyección de futuro sobre él.
Como el amor, que se resistiera a dejarse narrar por una relación para evitar su corrupción.

El Oro era aquello que de niños veíamos en el espejo antes de que nos creyéramos las narraciones de los adultos, antes de que el plomo del sistema nos contaminara. El Oro era nuestra mirada. El Oro es lo que veríamos con aquel mirar.

Un reajuste o una transformación en la narrativa de un país suele coincidir con un acontecimiento telúrico de primer orden. Se suma el movimiento procedente de las placas tectónicas o la erupción de un volcán junto con la eclosión de un proceso social que ya venía gestándose. Es como si la narrativa del país se rebelara y actuara en multitud de capas simultáneamente. Las placas tectónicas y las placas narrativas retumban juntas. Igual que hay choque de placas tectónicas, hay choque de placas narrativas, choque de civilizaciones. Igual que hay placas que quedarán sumidas debajo de otras, hay culturas que quedan sumidas debajo de otras, y partes de nosotros que quedan sumidas debajo de otras.

Hay tantas narraciones que se pueden hacer de una misma cosa que cada una de ellas nos llevaría a diferentes sitios de nosotros mismos aunque ellas tan sólo estén hablando de lo mismo.

Como si se tratara de estrellas en una galaxia, nuestras narraciones forman una constelación. Como planetas, las hay que giran alrededor de otras. Hay asteroides, narraciones que orbitan discretamente pero que con el tiempo advertimos su importancia. Hay algunas que llegan a nosotros como meteoritos que nos impactan y nos cambian en el momento menos pensado. Y todas giran en torno a una narración fundacional, nuestro plomo, nuestra primera contaminación. Ësta es, pues, el núcleo de toda la narrativa que el total de nuestra vida será.

Como planetas que giran alrededor de una estrella, las narraciones giran alrededor de una narrativa. Las narrativas forman galaxias de un orden mayor en el cual hay un agujero negro, un centro galáctico, un centro narrador, una cripta, un pudridero a donde va a parar todo lo narrado y, a la vez, un útero de donde sale todo lo por narrar. Una incógnita. De ahí salimos y hacia allí vamos.

Como en una convocatoria continua, la narrativa que es nuestra vida es permeable a que entren otras narraciones y otros narradores que la enriquezcan o la empobrezcan. Así, en ella, hay narraciones futuristas o nostálgicas; emergentes o decadentes; genuinas o heredadas; individualizadas o masificadas; conciliadoras o separadoras; benéficas o maléficas; liberadoras o adictivas; ontogénicas o patogénicas; que nos autentifican o que nos falsifican; que sirven para mostrarnos o que sirven para escondernos; las hay que nos respetan y las hay que nos invaden; las hay que nos despiertan y las hay que nos mantienen dormidos. Hay narraciones que nos ayudan a descubrir el Oro. Hay narraciones que nos lo roban.

Un enfermo, cuando recibe el diagnóstico del médico, también recibe una narración acerca de él. El médico, a parte de narrar a su paciente algo que le concierne, puede también ocuparse en conocer cuál es la narración que la persona que tiene ante sí hace de su situación. Hay enfoques médicos cuya narrativa eclipsa la del paciente. También hay otros enfoques que, más que narrar con una sola voz, buscan hacer un coro con el paciente y su enfermedad de tal manera que entre ambos pueden construir una narración constructiva y amable. Así, pues, la forma de exponer un diagnóstico puede dar lugar a que la narración del enfermo se vea eclipsada por el estilo y el enfoque del médico, o bien, que ambos acaben construyendo una narración que amplíe y enriquezca la que cada uno tenía.

Hay enfermedades leves que afectan a la narración del paciente. Hay enfermedades más graves que acaban afectando a toda una narrativa.
Hay casos tan curiosos e inclasificables que cuando un médico se encuentra con ellos alteran y transforman su narración y, quién sabe, si también su narrativa.

El Oro y el narrador

El narrador que somos crea los personajes y las situaciones, los construye y los atrae hacia si. Ellos son voces que complementan la del narrador. En realidad son todos ellos partes del narrador que uno es. Aunque el personaje crea al narrador tanto como el narrador al personaje, todos ellos forman un coro. El escritor es tan sólo un personaje más de la narración, y en todas las narraciones con las que explica su vida subyace un Oro, un silencio, un océano, la imposibilidad de explicar ese Oro.

Hay tantas formas de narrar y tantos narradores como estrellas en el cielo. Hay narradores que sólo brillan al principio y luego se eclipsan, o se dejan eclipsar, por algún personaje que ellos mismos han creado. Hay narradores que interfieren tanto en la narración que la arrasan, la impiden o, de tanto que la quieren controlar, acaban sepultados por ella. Hay narraciones que actúan como nebulosas que ponen difícil la visión de la luz, del Oro. Hay narradores que al narrarse a si mismos se suicidan. Hay narradores que se imponen sobre la narración y no se traicionan ni se esconden. Hay narraciones que sirven para que el narrador proteja, gestione y dosifique su Oro, para que no siempre esté escondido y, también, para que no esté siempre expuesto.

Hay narraciones incompletas, que empezamos y no concluimos, o que nos llegan ya empezadas y piden ser concluidas En estos casos se pone en evidencia de que es la narración quien busca al narrador de la misma manera que una semilla se deposita en una tierra en la que espera poder germinar. Por eso mismo, una persona que llega a nuestra vida es como una semilla que dará lugar a que nuestra narrativa se amplíe. Es la fusión de narraciones y narradores. Es, acaso, la unión de narrativas, la unión de placas tectónicas que da lugar a fenómenos telúricos.

Un sueño pide ser encarnado y cumplido en la vida del soñador de la misma manera que una narración pide ser integrada en una narrativa, como un niño que necesita de su familia.

Hay narradores que no narran porque no sueñan. Hay sueños que piden ser narrados, rescatados del bardo, como un amor que pide que lo plasmen aún a riesgo de acabar corrompido por el uso.

Hay narraciones que llegan en forma de sueño, cogiendo desprevenido al narrador. Hay sueños que podrían haberse convertido en narración de no ser por el narrador.

Hay sueños que vienen tan cargados que hay esperar.
Hay narraciones que no se pueden completar porque al narrador le falta un sueño.

Hay narradores tan perfeccionistas que prefieren no narrar, que prefieren el silencio.
Los hay tan poliédricos que prefieren que sean los demás quienes les narren.

Hay narradores que se dejan absorber tanto por la narración que olvidan que la vida es algo más que una narración

Hay narradores despóticos, tiránicos, omnipresentes, que no delegan ni confían en sus personajes. Hay narradores solidarios y tan democráticos que, de tanto delegar, pierden el control de la narración.

Hay narradores que tan sólo dejan ver al narrador al final, en un descuido de éste. Hay narradores que no narran pero que dejan tanta huella en las narrativas ajenas que éstas ya no volverán a ser las que eran.

Hay narradores que pierden su autoría. Hay narradores que son narrados por narraciones de otros narradores y se identifican tanto en ellas que pierden de vista lo que ellos podrían haber narrado.

Hay lienzos que esperan al pintor durante años. Hay pintores que esperaron años para encontrarse cara a cara con el lienzo. El lienzo, a su vez, no quiso ser pintado por otro que no sea él o ella. Se esperaron el uno al otro.

Hay narraciones a la espera de un narrador. Hay narradores a la espera de una narración que les ayude a drenarse de todo aquello que no es su Oro. Toda narración es un drenaje. Una narración surge de la necesidad de evacuar lo innecesario. Lo realmente necesario es innombrable, porque si lo nombras entonces lo conviertes en innecesario.
Si el amor es Oro, proclamarlo es corromperlo. Si el Oro es Ser, amar es la acción pura que se resiste a ser narrada para evitar su corrupción.
La narración es un maquillaje, de la misma manera que la personalidad es una máscara para el yo. La personalidad es como una botella de vino ya abierta y servido en copa. La personalidad es corruptible en la medida en que se expone al exterior. En el interior, la semilla, el Oro, incorruptible, el Sol que ciega los ojos de quien lo mira.

Hay narraciones que nos construyen y nos llevan a caminar. Hay narraciones que nosotros mismos escribimos que nos paralizan y nos destruyen. Hay narraciones que nos maquillan. Hay narradores que se maquillan a sí mismos a través de lo que narran, que maquillan a sus personajes pero que se delatan a través de ellos. Hay narradores que se dignifican gracias a su narración, de la misma manera que hay quienes se narran a sí mismos y salen perdiendo. En este caso, el silencio es su verdadera narración, su Oro. Incluso la narración que otros puedan hacer de mi puede ser más fidedigna y sorprendente que mi propia narración. Por la misma razón, la narración que yo pueda hacer de otra persona puede que alumbre más sobre mi que sobre ella sin yo darme cuenta.

Una narración, tanto si se muestra como prosa o bajo forma poética, es siempre un ensayo. Uno empieza a narrar porque no sabe del asunto. Narra para llegar a saber. Una vez sabe, aquella narración debe experimentar un giro, un punto de inflexión o, quizá, un punto y final. Claro que también hay narradores tan agarrados a su narración que no la cambian, todo y que con ella ya no expliquen nada o, incluso, les perjudique. Hay narradores que narran lo que fueron pero no lo que son. Hay narradores que narran lo que todavía no son pero no lo que son. Y hay narradores que cambian de narración como quien cambia de camisa. Y los hay que llevan varias camisas a la vez.

sábado, 28 de junio de 2008

Coaching con Mapa

A esta entrada la podría haber titulado “Coaching & Astrología”, puesto que en ella quiero expresar lo mejor de ambos conceptos. El caso es que, para quien no los conozca a fondo –o si sólo conoce uno de los dos-, no hay binomio más contradictorio que el Coaching y la Astrología.

La premisa del Coaching dice que es la voluntad de progreso del coachee lo que determina el desarrollo de sus potenciales. En cambio, la premisa de la Astrología gira entorno a un destino establecido por las luces del cielo fundacional de una persona, de una familia, de una empresa o de un país. Sin embargo, para mi, que cultivo ambas percepciones, me parece de gran utilidad que se complementen. Monitorizar las sesiones de coaching a través del mapa natal del coachee otorga una serie de ventajas para el coach puesto que enriquece su percepción y permite captar un horizonte más amplio. En ese mapa es posible ver por adelantado en qué momentos pueden producirse puntos de inflexión más fructíferos en el desarrollo del proceso de coaching y aprovecharlos para definir, impulsar y acentuar cambios. Por otro lado, para un consultor astrológico, la aplicación del protocolo propio de los procesos de Coaching puede servirle para profundizar y ampliar la eficiencia y provecho del servicio que presta a su coachee.

Al igual que el rol del coach, el del consultor astrológico puede ejercitarse bajo diferentes estilos, aunque todos ellos tienen un común denominador y es que el consultor suele actuar como mentor, más que como coach. En mi caso, me descubrí como coach a raíz de una equivocación. Hará de esto unos 15 años. Tenía ante mi a mi cliente. Al iniciar la entrevista, al comprobar sus datos de nacimiento, nos dimos cuenta de que estaban equivocados y que, por lo tanto, la consulta no podía proseguir en ese momento. Puesto que ya estábamos frente a frente, planteé a mi cliente proseguir la conversación y dejar para otro día la lectura de su mapa. Pues bien, esa conversación fue toda una revelación para ambos. Tanto fue así que mi forma de abordar la consulta quedó transformada hasta el punto de que desde entonces me las ingenio para que mi cliente -ya convertido en coachee- diga por si mismo lo que yo le hubiese dicho de haberme mantenido en el modelo convencional de consultor astrológico. Con dicho modelo el cliente atribuye una excelencia al consultor. En cambio, en un proceso de Coaching monitorizado con el mapa fundacional, es el coachee quien se da cuenta de su excelencia potencial lejos de quedar admirado por las predicciones o por el discurso del consultor.

El otro descubrimiento que se deriva de esta fusión es que la rueda de la vida que usualmente se utiliza en los procesos de Coaching, compartimentada en 6 o en 8 áreas de interés, y que sirve tanto para al coach como para el coachee para hacer una prospección sobre qué asuntos deben ser abordados con prioridad, yo la he ampliado a 12 áreas, con lo cual obtengo algunas ventajas. Por lo pronto incorporo asuntos que las otras ruedas pasan por alto. Además, en esta rueda de la vida de 12 áreas es posible percibir figuras geométricas con las respuestas del coachee de tal manera que se observan vinculaciones entre asuntos de la vida que de otra manera pasarían desapercibidas.

Y, para acabar, la otra ventaja es que las respuestas que el coachee da en la rueda de 12 áreas son coincidentes con su mapa fundacional, con lo cual podría hacerse con ello una interpretación sin recurrir a las posiciones planetarias.

sábado, 29 de diciembre de 2007

El TAO de una relación


El plasma en el que nuestra vida se desarrolla está trufado de relaciones. Se puede decir, pues, que nuestra personalidad se construye y enriquece en base a vínculos. Lo que mostramos de lo que somos está favorecido o dificultado por las relaciones en las que estamos envueltos. Nos relacionamos con personas, con experiencias ya tenidas que se enlazan con las que se estén teniendo en este momento, con expectativas, con sueños. Nuestra infancia sigue tendiendo puentes hacia el presente y, quién sabe, si hacia el futuro de manera que lo que hemos sido todavía lo somos y lo seguiremos siendo sólo que se va amueblando de diferente manera según pasa el tiempo. Nuestro momento actual es un puerto en donde confluyen barcos con los que ya hemos navegado y rutas todavía no surcadas que parten de él.
Todo está en relación. Incluso nosotros mismos somos una pieza más en el engranaje de un cosmos en continua mutación hecho a base de vínculos. Cada parte de este cosmos no tendría sentido por si sola. Es la relación con el conjunto lo que provee de sentido a cada parte, la cual es fractal del Todo al que pertenece. En el mundo en que vivimos, centralizado en el yo de cada uno, es donde percibimos más chocantemente cómo uno no es nada sino es consciente de cómo se está relacionando, con qué y con quién.

En el ámbito de las relaciones interpersonales es en donde constatamos este hecho. No somos nada por nosotros mismos y todo nos viene en función de nuestro lugar en el mapa (cultural, familiar, de clase, etc…). Mejor dicho: no somos nada en concreto por nosotros mismos pero entrar en relación con otras personas nos lleva a concretar aspectos y motivos de nosotros mismos que de otra manera no adquirirían relieve. Comprometernos es definirnos, y definirnos es concretarnos y clarificarnos. Y todo ello movilizado por las relaciones que tenemos. Sin embargo, este plasma que hace germinar las relaciones tiene aspectos que suelen escapar a nuestra conciencia. No sabemos qué es lo que promueve las relaciones pues sucede que no siempre tenemos relaciones con quien queremos y ni tampoco a quien amamos. Quizá es que el amor no es lo que genera las relaciones, excepto que consideremos la palabra amor como algo que está más allá de impulsos, voluntades y conciencias. El amor no es generado por un anhelo de compañía ni por una atracción física. Es otra cosa. El amor es el plasma mismo y las células que flotan en él actúan de acuerdo a un mandato profundo llamado vida, el cual sólo somos capaces de percibir con el tiempo y con la edad. Se podría decir que lo que motiva inicialmente una relación es un anhelo, un deseo, una atracción o cualquier otra necesidad más o menos reconocida conscientemente. Sin embargo, una vez decaída la fase carismática inicial, podemos palpar motivos más profundos.

Pareciera como si nuestras relaciones y nuestros afectos pudieran ser escogidos y administrados a voluntad y, sin embargo, la dimensión a la que denominamos sombra se encarga de mostrarnos que, más allá de cualquier inclinación inicial reconocida, hay una ruta inconsciente, un hilo que hilvana todos nuestros días y que nos lleva a establecer vínculos con un contenido que tan sólo puede ser percibido a partir de cierto momento, cuando se es capaz de dejar de lado cualquier forma de interés particular o local.
En efecto, somos individuos hechos de vasos comunicantes cuyas aguas fluyen misteriosamente. Y resulta que estas corrientes, excepto que se esté atento a ellas, transcurren por debajo del nivel del mar de nuestra vida. El interés inicial que nos lleva a establecer una relación es tan sólo la punta del iceberg de lo que en realidad sucede. Las razones, pues, están en el fondo.

Las llamadas profesiones de ayuda constituyen una plataforma en donde es más factible observar cómo las personas se escogen unas a otras más allá del enfoque o etiqueta con que cada cual se presente. El profesional puede presentar sus credenciales com psicólogo, coach, terapeuta o como prefiera. El cliente puede decir que su inquietud es tal o cual. Sin embargo, más allá de lo que cada uno proclame de si mismo, de su enfoque profesional o de lo que le pasa como cliente, el motivo fundamental que hace que uno esté junto a otro es obra de ese plasma. Él mueve las relaciones en función de rasgos comunes entre las células que con el roce necesitan ser potenciados por necesidad evolutiva del cual todo el sistema participa. La vida es así, evolución. Nosotros somos las células.

Cuando acudimos a un consultor solemos guiarnos por su enfoque, por lo que otros nos digan de él o por su fama o prestigio social de su profesión. Sin embargo, la consistencia de lo que esa relación nos aporte vendrá dada por la fluidez con que los vasos comunicantes transmitan el uno al otro sus esencias.
Cada consultor atrae a un tipo de clientes. Aunque aparentemente somos individuos independientes, la realidad nos demuestra que esta interconexión actúa más allá de las voluntades particulares. Cada profesional –y cada persona en su medio y en cualquier circunstancia- atrae a otras con las que comparte elementos de su estructura profunda. Se podría decir que la especialidad del consultor habla no sólo del tipo de clientes con los que prefiere tratar sino también de aquello que necesita trabajar. A tal fin, la vida pone ante él personas con un mismo interés de fondo. Más allá del motivo de un cliente, hay un motivo más profundo que necesita ser compartido a partes iguales si es que queremos ir un poco más allá del síntoma inicial.

lunes, 10 de diciembre de 2007

Crónica de un descubrimiento


Llevo en el mundo de la consultoría formalmente desde 1988. Mi formación es atípica, hecha de mezclas. Construida con perlas que fui encontrando tanto en estudios reglados –ortodoxos- como en los no reglados –heterodoxos. El caso es que me vi consultor incluso antes de saber lo que quería decir y, evidentemente, mucho antes de iniciar mi preparación intelectual. De niño, en la escuela, mis compañeros me confiaban sus congojas y sus secretos. Yo era entonces más contenido e introvertido de lo que lo soy ahora y, seguramente, la percepción que los demás tenían de mi invitaba a la confidencia. También sucede ahora pero de una forma más deliberada. Digamos que como confidente y como cómplice me he ido haciendo más activo y creativo aunque, también, más crítico. Todo ayuda: los conocimientos, la experiencia, ser consciente de las necesidades humanas reales –las que se esconden bajo los deseos superfluos-… y, también, percibir cómo la vida genera relaciones con personas con las que se comparte algo más que simpatía, intereses y gustos comunes más o menos conscientes.

Luego explicaré algo más de esto último, pero antes comentaré el descubrimiento.
Uno de los conocimientos (o la suma de todos ellos) dio a lugar a poder cartografiar las relaciones entre personas de una manera que no es única, entre otras cosas porque hay otras herramientas que ya lo hacen –la grafología, la morfopsicología, la tipología, el digitoanálisis, tests, la percepción de la sintonía en una entrevista, etc…- Estas herramientas ayudan a describir a las personas y pueden, si conviene, hacer estudios de compatibilidad de sus relaciones. Por tanto, la excelencia de la cartografía que utilizo no es exclusiva de ella. Hago estudios de compatibilidad en la relación entre personas como lo podría hacer con la grafología. La particularidad, sin embargo, no reside en la técnica sino en cómo la he ido utilizando. De las razones por las que mis primeros clientes solicitaban consulta, la más importante giraba en torno a las relaciones de convivencia. Ello me llevó a encontrar el método con el que podía prestar el asesoramiento más eficaz orientado a percibir los claroscuros de la relación con vistas a que los consultantes supieran a qué atenerse y cómo corregir y mejorar sus vínculos. No es un método predictivo ni determinista. Simplemente trata de ayudar a conseguir una percepción más realista y posibilista de lo que acontece en una relación.
Posteriormente utilicé este método, no sólo para estudiar mis relaciones particulares, sino para estudiar cómo es mi relación con cada cliente y qué es lo que se realzaba o atenuaba en cada uno de nosotros como consecuencia del vínculo. De este modo descubrí que se podía constatar y cartografiar el milagro de la sincronicidad y de lo que en física cuántica se denomina “ley de atracción”.

Todos habremos constatado cómo las relaciones con los demás pueden dar lugar a que características de nuestra estructura de personalidad queden realzadas o atenuadas. Con determinadas personas nos sentimos y nos mostramos más locuaces; en cambio, con otras, emitimos un registro más emocional, o nos encontramos más duros, más tiernos, o más serenos, o más inquietos. Siempre somos nosotros y lo que cada relación genera es un realce o una atenuación de cosas que siempre están, han estado y estarán. La cuestión es llegar a conseguir cartografiar esto. Lo comprobé en las consultas haciendo estudios de cómo era mi relación con cada cliente. Y no sólo esto sino que fui percibiendo que cada relación tiene un daimon o designio que va más allá de la voluntad consciente de los participantes. Se puede decir entonces que la relación decide lo que cada uno de los participantes desarrolla. Yo mismo puedo constatar cómo según con qué personas mi rendimiento es alto y poco esforzado, o, según con quién, mi productividad, para que sea igualmente alta, supone más esfuerzo. Así, pues, he ido comprobando cómo las personas nos escogemos inconscientemente para realizar cierto tipo de ajustes internos. Cada relación refleja elementos de nuestro mundo interno que se comparten y se potencian mediante vasos comunicantes que van de una persona a otra. Así, por ejemplo, si deseamos pulir determinadas facetas de carácter nos encontraremos con personas que tienen esa misma faceta destacada por exceso o por defecto.
Yo mismo puedo cartografiar y calibrar cómo es mi relación con cada consultante hasta el punto de reconocer y potenciar conscientemente esas facetas comunes para hacer más eficiente la consulta.

Sin embargo, el primer gran desafío sobrevino al plantear qué pasaría si lo cartografiable en una persona pudiese ser extrapolado a una empresa. Es decir, si un ser humano dispone de un cuerpo formado por órganos que ejercen diversas funciones, ¿no podría ser que las organizaciones funcionaran de forma análoga al cuerpo, y sus departamentos tuviesen funciones semejantes a las de los órganos?. El segundo gran desafío consistió, también, en si era posible describir una relación entre dos personas y calibrar su compatibilidad, ¿cómo no iba a ser posible hacer eso mismo en una relación entre una persona y una organización? Para que este planteamiento surgiera tuvo que producirse una detonación, y ésta sobrevino con el encuentro con la filosofía en la que se asienta la Medicina Tradicional China (MTC). Esta filosofía da a entender que una empresa funciona como un organismo vivo, de la misma manera que entiende que la vida de una persona y el mismo cuerpo humano son una empresa. Por tanto, se podría aplicar aquí lo dicho anteriormente sobre los vasos comunicantes interpersonales solo que llevado aquí a las relaciones entre individuos y organizaciones. Cada vaso comunicante es una faceta de carácter que puede entrar en resonancia con otra faceta perteneciente a otro individuo. A ello lo denomino atractor. Los atractores pueden poner en resonancia tanto excelencias como defectos. Cuando coincide que un atractor excelente –de una persona, de una organización- resuena con otro atractor semejante –de otra persona, de otra organización-, genera un marco de relación propicio para el desarrollo y la prosperidad de ambas. Por el contrario, cuando lo que entra en resonancia son atractores críticos lo que sucede es que el esfuerzo es mayor para llegar a un rendimiento mediano, a parte de generar distorsión en el funcionamiento tanto de la persona como de la organización.

Esta manera de captar la estructura de carácter de una empresa y relacionarla con la estructura interna de una persona permite obtener una percepción útil que puede utilizarse para observar, clarificar y mejorar situaciones problemáticas en la dinámica organizativa. Por ejemplo, puede utilizarse en selección de personal, en procesos de headhunting –como herramienta que ayuda a hacer más certera y completa la función del headhunter- y en determinados servicios de consultoría o auditorías enfocadas en factor humano, puesto que ayuda a que las piezas encajen de tal manera que tanto las personas como las empresas puedan obtener de su relación la más alta cota de bienestar y productividad. Para una empresa, poder escoger al candidato con el que se genere la relación con el más alto índice de compatibilidad -incluso antes de la contratación- puede evitar consecuencias indeseadas o imprevistas, entre otras cosas porque el sistema permite obtener una información anticipada acerca de lo que puede ocurrir con cada candidato antes de su contratación. Por la misma razón, también es útil para un aspirante talentoso poder sondear en qué empresa podría obtener una mayor cota de bienestar, incluso aunque inmediatamente no tenga previsto hacer cambios en su situación profesional.

Como comenté anteriormente, los individuos nos desarrollamos de forma diferente en función del medio, de las personas con las que interactuamos y, también, de la organización en la que trabajemos. Podemos ser muy eficientes y fluidos en una determinada empresa, o bien, estar bloqueados o improductivos ejerciendo la misma función en otra. La respuesta bien puede estar en que con unas empresas somos compatibles y rendimos sin esfuerzo, mientras que en otras, la cantidad y calidad de atractores es inferior. En cualquier caso, podemos anticipar estas situaciones a través de Hidden Profile, cartografiando las relaciones y estudiando sus niveles de compatibilidad y resonancia tanto en cantidad como en calidad. De este modo se obtiene una información privilegiada que permite observar por adelantado cómo se desarrollará una relación y cuál va a ser su cota de productividad, lo cual es de interés tanto para organizaciones como para personas.

Sectores a los cuales Hidden Profile va dirigido:
Empresas y empresarios, Consultores y Consultorías estratégicas, HeadHunting, Asesores, Formadores, en procesos de Coaching, Counseling & Mentoring, Management & Marketing, Selección de Personal, Periodismo, Información, Prospectiva, Aspirantes talentosos, Ejecutivos, Directivos, Líderes en organizaciones, Recursos Humanos, Clima Laboral, Asesoramiento Laboral Sistémico…. y en cualquier otra actividad en la que la percepción por adelantado del rendimiento de una relación sea importante para el aspirante, para el empresario y para la organización.

jueves, 8 de noviembre de 2007

El Coaching como síntoma


Hace unos años, cuando me explicaron que el Coaching estaba empezando a hacer furor en las empresas pensé que tal cosa tenía una doble lectura. Vamos, que el éxito del Coaching era proporcional a la incomunicación creciente y al consiguiente desasosiego. Que algo tan sensato y accesible como debiera ser dedicarle tiempo a una conversación haya desembocado en una prestación profesionalizada describe bastante bien en qué tipo de mundo vivimos. Tenemos a disposición cada vez más medios para poder comunicarnos, pero la calidad y la cantidad de las conversaciones parece ir cayendo en proporción a la profusión de dichos medios.

El auge del Coaching es tan sólo un indicio, un ejemplo de la erosión de las relaciones. No es casual que dicho auge coincida con el fenómeno denominado mobbing, el acoso laboral. Marie-France Irigoyen, José Antonio Marina, Richard Sennett, Theodore Zeldin y Zygmunt Bauman aportan análisis lúcidos al respecto. De este último autor, su libro “Amor Líquido” es un exponente. El otro ejemplo es la creciente judicialización de la sociedad perceptible en la cantidad de pleitos que transitan por los juzgados. La profusión de actos judiciales, especialmente los que conciernen a litigios de la vida corriente, es otro síntoma más de la falta de comunicación y de la falta de compromiso (y tiempo) dedicado a mejorar los contenidos de nuestras conversaciones y de nuestras relaciones. El que sin previo aviso un vecino me ponga una denuncia por un motivo nimio, que se podría haber resuelto entre nosotros, permitiendo que el sistema judicial ocupe el lugar que debería ocupar una comunicación de cierta calidad, es un síntoma de algo que no sé cómo nombrar.

El fundamentalismo toma fuerza en la sociedad de la incomunicación. Lo observamos en actitudes que nada tienen que ver con motivos religiosos. Hasta ahora tomábamos como fundamentalista la actitud de quienes defienden la literalización de un credo o de una posición política o ideológica. Sin embargo, vamos viendo que esta fundamentalización se está extendiendo a esferas que no son religiosas ni políticas. En la Torre de Babel en la que vivimos vemos cómo nos vamos encastillando en posiciones que afectan no ya a credos o ideas sino a aspectos corrientes de la convivencia diaria.
La judicialización o el auge del Coaching son sólo síntomas de una sensación de fracaso, del descuido progresivo de aspectos elementales y sencillos que alimentan nuestra vida de relación (y de conversación). Me pregunto qué pasaría si dedicáramos más atención y tiempo a generar las condiciones para una mejora de la comunicación: probablemente el Coaching no existiría y los juzgados tendrían menos trabajo.

lunes, 29 de octubre de 2007

Esponjas de Conocimiento


Somos esponjas de conocimiento en medio de un mar de información. Cada uno absorbe datos de ese mar, los retiene, los mezcla con la experiencia atesorada, los transforma y los transmite, a su vez, transformados. Sin embargo, puede haber en la esponja poros obturados. Queremos dar y recibir pero notamos que algo no funciona, que perdemos fluidez, que nuestras capacidades no se expresan, que nuestro esfuerzo no resulta eficaz o que se nos hace difícil remontar una situación aún teniendo capacidad para ello. Perdemos productividad y bienestar hasta que una ola en ese mar nos ayuda a limpiar nuestros poros restituyendo el flujo y el intercambio productivo. Esa ola, obviamente, es una metáfora. Y el mar, también. La ola es un símbolo de una ayuda que el propio sistema nos trae. Si la situación es abordada a tiempo, la ola que necesitamos no hará falta que sea grande. Las causas del malestar suelen generarse en épocas de bienestar en las que, quizá, un sentimiento de euforia nos impide visualizar el desarrollo futuro de lo que es real. Un proceso de Coaching a tiempo puede estar representado por una pequeña ola que desobtura los poros de nuestra esponja. Esos poros pueden ser creencias acerca de nosotros que van en nuestra contra. En cambio, lo contrario, no hacer caso de las señales mientras uno vivió una euforia como quien vive una borrachera, puede suponer que el sistema –el mar- genere una ola tan grande que ponga en peligro nuestra propia supervivencia.
Hemos llamado Coaching a esa ola que nos ayuda a tiempo, pero también podría llamarse de otra manera. Puede tener nombre de persona, alguien que nos puede ayudar pero con quien nunca antes nos habíamos atrevido a exponer nuestra situación. A menudo, las soluciones están más cerca de lo que pensamos. Para atraerlas tan sólo es necesario que seamos lo suficientemente humildes y claros a la hora de exponer nuestras necesidades. Si estamos acostumbrados a dar una imagen de control y de dominio, nos costará más darnos a entender, pero, al mismo tiempo, puede suponer para nuestro interlocutor una agradable sorpresa que hará que la ayuda que nos pueda dar sea recibida con mayor intensidad y provecho. Nosotros habremos percibido nuevos detalles, y nuestro interlocutor se habrá sentido útil.